martes, 1 de junio de 2010

PERSONALIDAD ARTÍSTICA DE VELÁZQUEZ COMO PINTOR DE RETRATOS

Analiza la personalidad artística de Velázquez como pintor de retratos.



Diego Velázquez, gran pintor barroco, es una de las figuras cumbre de la pintura universal.



Pintor del rey -Felipe IV- desde los veinticuatro años fue un artista que no se dejó constreñir por las imposiciones estéticas de su tiempo.


Su condición de retratista real no solo le permitió liberarse de la clientela religiosa sino tener acceso a las colecciones reales y viajes a Italia que le permitieron la creación de un arte más personal.



Velázquez es un ejemplo de continua superación creadora. Su pintura evoluciona del tenebrismo de su generación al cromatismo y a la mayor descomposición de la forma que servirá de fuente de inspiración a impresionistas.



Es un pintor plenamente barroco no tanto por el movimiento de sus figuras sino por el dominio de la profundidad a través de la luz y el sabio uso de la perspectiva aérea de sus composiciones.



El género del retrato fue uno de los más cultivados por Velázquez dada su condición de pintor de cámara. En épocas donde no existía la fotografía, los poderosos gustaban de hacerse pintar por artistas de reconocido prestigio y los retratos servían como decoración, autocomplacencia personal y como propaganda política.


Su deseo de dotar de realidad a la apariencia se vislumbra igualmente en sus retratos de gran verismo y captación psicológica. A través de la amplia galería de retratos es posible rastrear la evolución artística del pintor.



Nacido en Sevilla se formó en el taller de Pacheco que lo orientó hacia la estética tenebrista. Los fuertes contrastes de luz y sombra, el predominio de los colores terrosos y la sencillez en la composición cristalizan en el retrato de Sor Francisca Jerónima de la Fuente.



Se traslada a Madrid y en 1623 es designado pintor de cámara del rey Felipe IV merced a la intervención del Conde-Duque de Olivares. La Corte al mismo tiempo que le facilita un aprendizaje excepcional le pone en contacto con la nobleza y comienza una carrera de honores que lo convierten en el pintor cortesano más influyente. Velázquez se afana en este género y se multiplican los retratos del rey, de su hermano el Infante D. Carlos así como del valido el Conde-Duque de Olivares. En todos ellos se aprecia la desaparición progresiva de la estética tenebrista y un mayor uso de colores claros y luminosos –influencia de pintores venecianos y de Rubens-. Estos retratos tienen como características: la sencillez de la composición, el realismo; la escasa preocupación por los fondos y el estatismo que emanan los personajes.


La visita de Rubens a Madrid en 1628 anima a Velázquez a viajar por primera vez a Italia e impulsa cambios notables en su producción artística a su vuelta a la corte en 1631. Una pincelada cada vez más suelta, la pérdida de rigidez, una mayor preocupación por la profundidad, un espacio que se llena de aire y anuncia la perspectiva aérea definen los retratos durante esta etapa. Una etapa en la que la producción de retratos de la corte y ambiente palaciego es muy abundante.



Retratos ecuestres como el del Conde-Duque de Olivares; de pie como el Príncipe Baltasar Carlos de caza; de tres cuartos como el de Juan Martínez Montañés o retratos de bufones como El Niño de Vallecas o El Calabacillas corroboran que Velázquez es una gran cronista de su época, capaz de redimir a sus personajes –bufones- sin emitir un juicio sobre ellos.


Velázquez realizó un segundo viaje a Italia con el encargo real de adquirir cuadros y antigüedades para las galerías reales hispanas. En este viaje realiza el retrato de Inocencio X, el de su criado Juan Pareja. Velázquez perfecciona la técnica, consiguiendo plasmar la perspectiva aérea, su pincelada suelta emplea cada vez menos cantidad de pasta pictórica. Además es capaz de captar la fisonomía y carácter del retratado


Velázquez vuelve a la Corte y a Madrid en 1651. Esta última etapa madrileña supone la culminación estilística del maestro sevillano. Son de este período los retratos de la Infanta Margarita y el de la Reina Mariana de Austria así como los retratos de la familia real que aparecen en las Meninas


Las Meninas se convierten en un auténtico testamento pictórico y resume las aportaciones de Velázquez a la historia de la pintura. Por un lado la construcción del espacio a través de la gradación tonal y de la luz; por otro el ennoblecimiento del oficio de pintor al autorretratarse en penumbra junto al retrato de los reyes reflejados en el espejo.





















Retrato de Sor Francisca Jerónima de la Fuente


















Felipe IV




















El Conde-Duque de Olivares




















Príncipe Baltasar Carlos de Caza




















Juan Martínez Montañés





















El Niño de Vallecas






















El Calabacillas





















Inocencio X

















Reina Mariana de Austria




















Las Meninas

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