Las pinturas están colocadas en orden cronológico, en dos de las salas del edificio Jerónimos del Museo del Prado, con poco espacio entre unas y otras, pero en las que “se ve la continuidad de sus pinturas y toda su evolución”.
La primera es el “Retrato ecuestre del duque de Lerma”, de 1603, y cierra con “Perseo liberando a Andrómeda”, iniciado por el pintor en 1639 y terminado en 1641 por su alumno Jacob Jordaens.
La colección refleja la gran versatilidad temática del pintor flamenco, con pinturas de temas mitológicos, religiosos, de historia, retratos y paisajes, entre las que se incluyen algunas de las mejores obras maestras de su extensa producción como La Adoración de los Magos (1609), San Pablo (h. 1611), El jardín del Amor (h. 1633), Las tres Gracias (h. 1635), Ninfas y sátiros (h. 1635), Hércules y el Cancerbero (h. 1636), Danza de aldeanos (1636-1640), Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros (1638-1640) o Diana y Calisto (1638-1640).
Destacó que en su primera fase, el pintor tiene mucha fe en las formas y en lo que con ello quiere transmitir, por eso es tan contundente en ellas, mientras que en años posteriores se vislumbran menos las formas y se planta en las emociones.
En su última etapa, Rubens tiene un mensaje más poético y sus constantes son el amor, la pérdida, el dolor, la vida, la muerte, pero además los retratos de la época.
FUENTE. EL ECONOMISTA.
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