Comenta la personalidad artística de Miguel Ángel (1475-1564) como artista universal, que domina la escultura, la pintura y la arquitectura, mencionando al menos un ejemplo de cada una de las artes que cultiva.
Miguel Ángel Buonarroti es uno de los grandes genios del arte italiano del Cinquecento y punto de partida de una ruptura con el lenguaje clásico. Fue el tratadista florentino Vasari quién redactó su primera biografía hacia 1550 y dejó constancia que ya para sus coetáneos, Miguel Ángel, era considerado como la cima insuperable de la evolución artística de todos los tiempos.
Durante los cerca de setenta años que duró su carrera artística entre Florencia con los Médicis y Roma con el Papa Julio II, Miguel Ángel cultivó todas las artes con resultados extraordinarios si bien, es cierto, su faceta de escultor envuelve todo su legado.
La intensidad emocional que respiran sus obras y el gran entusiasmo creativo demostrado a lo largo de toda su vida explican sobradamente la grandeza y personalidad inimitables de este genio que superó los modelos estéticos de su tiempo y se convirtió en el primer artista del manierismo tiñendo sus obras con una fuerte carga dramática y efectista.
Fue Panofsky quién hacia 1940 puso en estrecha relación la obra de Miguel Ángel con el movimiento neoplatónico renacentista, impulsado por la Academia de Florencia. El anhelo de expresar una idea en sentido platónico impulsa la creatividad miguelangelesca y se plasma en muchas de sus obras como en los esclavos del monumento sepulcral de Julio II.
Las ideas estéticas de su tiempo se convierten en una de sus fuentes de inspiración. Para el artista la belleza se consigue en lucha con la materia hasta alcanzar la idea pura que para él es la espiritualidad. Miguel Ángel es capaz de plasmar artísticamente este postulado a través de la búsqueda del tipo heroico humano siendo el David su mayor exponente.
Resultado de esta concepción ideológica el Arte se convierte en una tarea ardua porque la Idea no es una verdad a priori sino un grado de elección que se alcanza a través del drama moral de la existencia. Por ello Miguel Ángel aspira a conseguir obras de un alto de grado de perfección realizando personalmente todas ellas.
Es quizás la insatisfacción del artista de no poder dar forma al espíritu a través de la materia el colofón a su motor vital y artístico que cristaliza en la llamada técnica escultórica del non finito que encuentra forma en obras como el Esclavo atlante.
Toda la obra de Miguel Ángel presenta una constante clara voluntad monumental. Para el artista la belleza reside en la grandiosidad de las proporciones que aplica a todas sus obras tanto arquitectónicas sirva de ejemplo San Pedro del Vaticano (orden gigante), escultóricas como el David de 517 cm o pictóricas como las figuras monumentales y de exagerada anatomía de los frescos de la bóveda Capilla Sixtina.
Sus coetáneos fueron capaces de apreciar en todas las obras de Miguel Ángel otra cualidad propia, la denominada terribilitá referida al vigor físico o fuerza expresiva y tensión dramática. Sus obras están a punto de realizar una acción que no acaba nunca de producirse. Es la plasmación de la fuerza interior del ser humano. Esta terribilitá se encuentra representada por la figura del Moisés perteneciente al sepulcro de Julio II.
Se trata de un artista no solo global y polifacético, muy al uso humanista, sino también evolutivo, él mismo completa un ciclo iniciando sus obras en un lenguaje clásico y terminado en otro manierista.
Sus obras de juventud son clasicistas y buscan la plasmación de la belleza ideal. Todas ellas son sumamente equilibradas y de gran estabilidad entre la masa y el movimiento como se aprecia en la Piedad del Vaticano. Al final de su trayectoria artística se rompe este equilibrio en beneficio del movimiento y los efectos de contorsión (línea serpentina) en las obras plásticas. Prueba de lo anterior serían la alegoría de la noche en la Tumba de los Médicis o el esclavo rebelde sin olvidar el movimiento caótico y con violentos escorzos representado en El Juicio Final de la Capilla Sixtina.
Igualmente Miguel Ángel en sus obras de madurez y de los últimos años de su vida se hace cada vez más expresivo y violento desligándose de la belleza y armonía de sus comienzos. Así la belleza de juventud símbolo de la pureza en la Piedad del Vaticano se rompe en la Piedad de Rondanini en la que importa más la idea que la forma primando la belleza interior frente a la exterior.
Miguel Ángel abandonará sus esquemas estables y simétricos (líneas cruzadas: diagonales) de sus primeras composiciones como la piramidal de la Piedad del Vaticano o el Tondo Doni por otras más complejas y asimétricas como la de la Piedad Rondanini o el Juicio Final de la Capilla Sixtina en la que la distribución es plenamente manierista con grandes vacíos y amontonamientos de figuras.
Estamos ante de uno de los grandes genios de la Historia del Arte, situado entre el clasicismo y el manierismo, y considerado por mucho como un artista “moderno” que es capaz de anticipar movimientos artísticos tan lejanos en el tiempo como expresionismo del s. XX.
Durante los cerca de setenta años que duró su carrera artística entre Florencia con los Médicis y Roma con el Papa Julio II, Miguel Ángel cultivó todas las artes con resultados extraordinarios si bien, es cierto, su faceta de escultor envuelve todo su legado.
La intensidad emocional que respiran sus obras y el gran entusiasmo creativo demostrado a lo largo de toda su vida explican sobradamente la grandeza y personalidad inimitables de este genio que superó los modelos estéticos de su tiempo y se convirtió en el primer artista del manierismo tiñendo sus obras con una fuerte carga dramática y efectista.
Fue Panofsky quién hacia 1940 puso en estrecha relación la obra de Miguel Ángel con el movimiento neoplatónico renacentista, impulsado por la Academia de Florencia. El anhelo de expresar una idea en sentido platónico impulsa la creatividad miguelangelesca y se plasma en muchas de sus obras como en los esclavos del monumento sepulcral de Julio II.
Las ideas estéticas de su tiempo se convierten en una de sus fuentes de inspiración. Para el artista la belleza se consigue en lucha con la materia hasta alcanzar la idea pura que para él es la espiritualidad. Miguel Ángel es capaz de plasmar artísticamente este postulado a través de la búsqueda del tipo heroico humano siendo el David su mayor exponente.
Resultado de esta concepción ideológica el Arte se convierte en una tarea ardua porque la Idea no es una verdad a priori sino un grado de elección que se alcanza a través del drama moral de la existencia. Por ello Miguel Ángel aspira a conseguir obras de un alto de grado de perfección realizando personalmente todas ellas.
Es quizás la insatisfacción del artista de no poder dar forma al espíritu a través de la materia el colofón a su motor vital y artístico que cristaliza en la llamada técnica escultórica del non finito que encuentra forma en obras como el Esclavo atlante.
Toda la obra de Miguel Ángel presenta una constante clara voluntad monumental. Para el artista la belleza reside en la grandiosidad de las proporciones que aplica a todas sus obras tanto arquitectónicas sirva de ejemplo San Pedro del Vaticano (orden gigante), escultóricas como el David de 517 cm o pictóricas como las figuras monumentales y de exagerada anatomía de los frescos de la bóveda Capilla Sixtina.
Sus coetáneos fueron capaces de apreciar en todas las obras de Miguel Ángel otra cualidad propia, la denominada terribilitá referida al vigor físico o fuerza expresiva y tensión dramática. Sus obras están a punto de realizar una acción que no acaba nunca de producirse. Es la plasmación de la fuerza interior del ser humano. Esta terribilitá se encuentra representada por la figura del Moisés perteneciente al sepulcro de Julio II.
Se trata de un artista no solo global y polifacético, muy al uso humanista, sino también evolutivo, él mismo completa un ciclo iniciando sus obras en un lenguaje clásico y terminado en otro manierista.
Sus obras de juventud son clasicistas y buscan la plasmación de la belleza ideal. Todas ellas son sumamente equilibradas y de gran estabilidad entre la masa y el movimiento como se aprecia en la Piedad del Vaticano. Al final de su trayectoria artística se rompe este equilibrio en beneficio del movimiento y los efectos de contorsión (línea serpentina) en las obras plásticas. Prueba de lo anterior serían la alegoría de la noche en la Tumba de los Médicis o el esclavo rebelde sin olvidar el movimiento caótico y con violentos escorzos representado en El Juicio Final de la Capilla Sixtina.
Igualmente Miguel Ángel en sus obras de madurez y de los últimos años de su vida se hace cada vez más expresivo y violento desligándose de la belleza y armonía de sus comienzos. Así la belleza de juventud símbolo de la pureza en la Piedad del Vaticano se rompe en la Piedad de Rondanini en la que importa más la idea que la forma primando la belleza interior frente a la exterior.
Miguel Ángel abandonará sus esquemas estables y simétricos (líneas cruzadas: diagonales) de sus primeras composiciones como la piramidal de la Piedad del Vaticano o el Tondo Doni por otras más complejas y asimétricas como la de la Piedad Rondanini o el Juicio Final de la Capilla Sixtina en la que la distribución es plenamente manierista con grandes vacíos y amontonamientos de figuras.
Estamos ante de uno de los grandes genios de la Historia del Arte, situado entre el clasicismo y el manierismo, y considerado por mucho como un artista “moderno” que es capaz de anticipar movimientos artísticos tan lejanos en el tiempo como expresionismo del s. XX.
Moisés
El Juicio Final
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